Carta al señor Montoro
Le escribo señor Montoro tras leer sus últimas declaraciones en el Congreso, hablando de la necesidad de aumentar la presión fiscal.
Recientemente he sido exprimido por sus secuaces, mediante varias declaraciones paralelas, correspondientes a los años 2008, 2009 y 2010, así como sancionado por una presunta infracción tributaria leve, por interpretaciones tributarias –siempre a favor de la AEAT, faltaría más-, que harían sonrojar a una novicia.
Dice usted que hacen falta más ingresos, y que por eso hay que acudir, de forma urgente y extraordinaria, a incrementos tributarios. Como veo que carece de información, ya que la formación se la supongo, dada su condición de catedrático de universidad –aunque ya sabemos como se accede a las cátedras en España-, me permito hacerle algunas sugerencias:
1. Supriman el cese de los altos cargos, que consiste en el cobro del 80% de las retribuciones que se percibían anteriormente, durante dos años. No se trata de dejar en la calle a los cesantes; que soliciten el cobro del desempleo y lo perciban, caso de tener derecho a ello, con las cuantías y limites temporales de todos los españoles. Ni más ni menos.
2. Anule el complemento especial de altos cargos, que supone que los funcionarios públicos que hayan ocupado, durante dos años consecutivos o tres alternativos, un cargo de director general o asimilado, y superiores, perciban durante toda su vida profesional ese complemento, aunque luego pasen a desempeñar su antiguo trabajo de bedeles o auxiliares administrativos. No es un derecho; es un privilegio, por lo demás absolutamente injusto.
3. Modifique la normativa sobre trienios, para que dejen de devengarse automáticamente, que el estar treinta años calentando un sillón no supone más capacidad y productividad, sobre todo si el calientaculos correspondiente no se ha molestado en seguir estudiando y reciclando sus conocimientos. En el ámbito laboral hace ya treinta años que han desaparecido como “derecho”, y han quedado al albur de la negociación colectiva, y ligados a la productividad, la situación económica del sector, etc.
4. Extinga el complemento de 1.800 euros mensuales –libres de impuestos- que cobran casi sesenta diputados (entre ellos usted), como ayuda para alojamiento en Madrid, cuando son propietarios de pisos en la capital, y por tanto tienen su residencia habitual en la Villa y Corte…
No le entretengo más. Si desea más ideas para reducir el gigantesco gasto público, que amenaza como una bola de nieve con llevarnos a todos por delante, con mucho gusto le facilitaré nuevas sugerencias.
Me despido de usted. Gracias a la AEAT voy a veranear en casa, pero eso si, con la luz y el aire acondicionado apagados, para no gastar mucho… España es lo que tiene: unos tanto y otros tan poco.
La actuación de la AEAT es realmente sorprendente: son capaces de localizar un ingreso de cien euros por una conferencia, que te has olvidado de declarar, pero incapaces de seguir el trasiego de millones de euros de las cuentas del PP, Bárcenas, Urdangarín, etc. Por no hablar de la Infanta Cristina… ¿A qué jugamos? O jugamos -es decir, pagamos- todos, o se rompe la baraja…
No me extraña la queja del señor Grau, pues el sistema fiscal español es demencial. Realmente el impuesto principal que existe es el IRPF, que en realidad habría que llamar IMPUESTO SOBRE LAS NÓMINAS, pues los que cobramos por nómina somos los mayores aportantes al fisco, en cantidades verdaderamente confiscatorias. El Impuesto sobre el Patrimonio prácticamente no recauda nada, y la tributación de los autónomos, empresarios, profesionales liberales, etc., es meramente «voluntaria»: pagan lo que les apetece, normalmente muy poco. Aquí sólo pagamos los que cobramos por nómina, reitero, por lo que no hay grandes bolsas de fraude, sino más bien océanos de fraude…
Lamentablemente el gobierno del PP en concreto, y los políticos en general, tienen claro de done hay que sacar el dinero: de los contribuyentes normales y corrientes. Ellos, la casta política funcionarial que rige -es un decir- los destinos de España, no están dispuestos a perder un céntimo de sus privilegios. Y así nos va. Al final el hartazgo va a ser tal que cada día habrá más dinero negro y economía sumergida, pues está visto que en España, como en Argentina, es imposible actuar honradamente, cuando estás rodeado de sinvergüenzas por todas partes, empezando por los que nos gobiernan.