Invéntese un título y triunfará en la política española…
De un tiempo a esta parte, menudean los personajes públicos que hacen gala de poseer determinados estudios y títulos universitarios; cuando en realidad carecen de tales. Se quejaba recientemente don Ramiro Grau Morancho de la ostentación de la condición de “abogado” por la actual portavoz del Gobierno. Y, con razón, pues Don Ramiro ha sido abogado, profesor universitario, graduado social y hasta ha ejercido de fiscal, juez y secretario judicial durante una década; obteniendo también la licenciatura de Ciencias del Trabajo y ejerciendo como académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación…
La ristra de títulos y estudios falsos es abundante entre nuestro personal político y mediático, habiendo sido el antiguo director de la Guardia Civil Luis Roldán, uno de los primeros en mentir, públicamente, sobre su historial académico, ostentado un título de ingeniería cuando lo más próximo que había poseído era un taller mecánico; y que nadie duda que los mecánicos tienen que agudizar su ingenio para poder llegar a fin de mes, teniendo en cuenta las cargas fiscales y calotes que soportan habitualmente, sin recibir ninguna ayuda, salvo que sean marroquíes o subsaharianos; y dicho con total respeto y humildad para los naturales del continente africano…
Hasta entonces, los líderes políticos españoles se habían presentado ante el respetable con buen físico y hasta con buenos estudios. De hecho, los políticos más famosos de la denominada Transición fueron los presidentes Adolfo Suárez y Felipe González. Los dos eran jóvenes de buen parecer; simpáticos, altos para la época y licenciados en Derecho… En cambio, los otros dos líderes de las gentes de orden, no podían competir con la intrepidez de los anteriores, ni en físico ni en simpatía: me refiero al catedrático, ex ministro y ex embajador don Manuel Fraga, quien era rechoncho y feo, pese a que le cabía toda la Administración en la cabeza; y don Blas Piñar, un notario muy conocido en Madrid, pero poco simpático para el público en general. Por supuesto que, en el ámbito de la izquierda radical, los vejestorios Carrillo y Pasionaria eran unas momias vivientes, y sin ningún tipo de estudios salvo lo que aprendieron en la retaguardia tenebrosa de la guerra civil y en el exilio; pero la rigidez disciplinaria de los comunistas salvaba la fealdad de sus líderes y sus acciones pretéritas, si bien los comunistas españoles, por regla general, han sido feísimos; basta con observar al actual ministro Garzón para que uno puede hacerse una idea cabal del desprecio comunista por la belleza, aunque siendo devotos de Lenin, pues hasta pudiera comprenderse…
La escasa belleza de los Fraga, Piñar, etc., era lógico, pues procedían de la época franquista, donde, para llegar lejos en política, se primaba que poseyeran buenos estudios, no fijándose para nada en el físico del candidato; entre otras razones porque no había elecciones generales… Y así, observamos que entre los ministros y secretarios del régimen de Franco abundaban los catedráticos de Universidad, los abogados del Estado, los generales y almirantes, los ingenieros, los jueces y notarios, los médicos, etc. Para “guapos” del régimen, hemos de referirnos a los precursores ideológicos del mismo, quienes murieron contra su voluntad a manos de furiosos izquierdistas: los Primo de Rivera, los Ledesma Ramos, los Redondo Ortega, los Calvo Sotelo, etc.; personas inteligentes y muy estudiosas. Y, aunque salvó la vida, hemos de incluir en este grupo a Ramón Serrano Suñer, un tipo muy bien plantado, pero, antes que nada, un jurista muy riguroso.
En cualquier caso, en el régimen de Franco, los personajes políticos más atractivos venían a ser los gobernadores civiles, siempre bien vestidos y altivos, pero encargados de resolver los problemas y complejidades de sus respectivas provincias. Autoritarios sí, pero simpáticos y eficientes. Tenían que tener estudios universitarios, ser militares de graduación o funcionarios de carrera. Con todo, a Franco le gustaba mucho que hubieran combatido además en la guerra en primera línea y ésa fue la razón por la que Carlos Pinilla, gobernador civil de León en 1941, se alistó a la División Azul, pese a ser abogado del Estado y camisa vieja.
Lo expuesto, nos indica porque el régimen de Franco cosechó tantos éxitos en su singladura económica y política; y porque fue respetado por la mayoría de la población española, siendo la magistratura del general ferrolano una dictadura personal.
Pues bien, la llegada de la democracia parlamentaria no olvidó esta característica franquista de elegir como ministros o secretarios del ministerio a los mejor dotados y al personal más preparado. Y así, los ministros del gobierno de Suárez y los primeros de González eran gente universitaria, técnica y hasta con experiencia institucional. Ninguno mentía sobre su currículum… hasta que llegaron los socialistas Roldán y compañía… Personalmente, para mí limitado entender, la democracia verdadera terminó en dicho instante, pues conceptuar lo de ahora como un modelo de democracia ¡qué quieren que les diga!… cuando comparado con el régimen británico, el nuestro parece una comedia…
La llegada de Rodríguez Zapatero al poder trastocó todo el sistema de agradabilidad de los personajes presidenciables, pese a ser más alto que los anteriores y quizás más guapo, pero seguramente más torpe… A partir de entonces, primó la “belleza” definitivamente sobre los estudios; y es que la actual competencia política parece más bien un cansino desfile de modelos –la verdad bastante horteras- y de exhibición de títulos y másteres dudosos antes que la dedicación a la buena gobernanza del país. En tal tesitura, los jóvenes ambiciosos, dedicados a la política, se vieron en la tesitura de mentir sobre su vida académica, pues al pueblo español le gusta que sus políticos estén bien formados. Quizás sea esto una de las últimas reminiscencias del franquismo en nuestro país, pero es la verdad.
Por aquel entonces, en las juventudes socialistas comenzaba a destacar por su físico, un joven espigado aficionado al baloncesto. No estudiaba una licenciatura de cinco años, sino una mediana de tres, en un colegio universitario religioso cerca del Valle de los Caídos (ahora Cuelgamuros, y seguramente desacralizado por su decisión). No sabemos cómo, pero consiguió poseer un título de doctor; y parece que legítimo y veraz, pese a los comentarios de la prensa conservadora. El muchacho, a trancas y barrancas, llegó a la Presidencia del Gobierno y su físico, la verdad, ha gustado en los EE.UU., no en vano recuerda a aquellos galanes norteamericanos del celuloide de los años cuarenta. Pero la gobernanza de España no es una película de Hollywood, aunque nuestro personaje y sus múltiples asesores así lo crean; y vivan como si fueran figuras estelares de la pantalla… a costa del contribuyente, claro.
Con la llegada de este antiguo baloncestista al gobierno de España en 2018, aparecieron por doquier los roles académicos que muchos hombres y mujeres públicos se atribuyen para presentarse ante la ciudadanía como personajes cultivados y de orden, siendo mentira. Así, una presidenta de la Comunidad de Madrid poseía un máster de posgrado dudoso; el anterior candidato del Partido Popular terminó la carrera de Derecho en tiempo récord (marca para ser anotada en el libro Guiness); una ministra actual ha ostentado un máster ficticio de posgrado, la actual portavoz del Gobierno asegura que es abogado… y así ad infinitum. Y es que los partidos políticos se han convertido en un refugio muy cómodo para hacer carrera segura todos aquellos que han fracasado en sus carreras universitarias (los López, los Blanco, v. g.); así como para jugadores de ventaja y profesionales de ocasión… Y no hace falta que no sepan nada sobre las materias que el servicio público demanda, pues para eso están la legión de asesores que cada una de estos “titulados” nombran a su vera y que pagamos todos los ciudadanos como serviciales papanatas y domesticados pagafantas.
Nos dice nuestro actual Presidente que pasará a la Historia por haber exhumado los restos de Franco del Valle de los Caídos. Es posible que así sea, no lo discuto; pero también creo que su paso por la cúspide del Estado será recordado como la instauración de la costumbre, para quienes deseen llegar a Presidente del Gobierno, de que tienen que tener buen físico y hallarse en posesión de buenos títulos académicos, aunque estos sean falsos o inexistentes. Pues lo importante no es servir al pueblo sino aparecer como lo más “bonito” ante el mismo; aunque se falseen o exageren títulos y grados universitarios. Eso al fin y al cabo qué más da, pues para un número indeterminado de políticos profesionales, el pueblo sólo sirve para votarles.
Mientras tanto, nuestros titulados superiores han abandonado en gran número el país y los peor parados terminan trabajando como camareros o empleados de segunda en el gran Londres. Circunstancia que es muy triste para las familias humildes, de quienes han obtenido con su esfuerzo y ahorros una carrera superior. Estos titulados en vez de estar trabajando en los puestos directivos del país están sirviendo viandas y haciendo camas en el extranjero para poder sobrevivir. Absolutamente lamentable.
¿Democracia? Me parece que no; será como máximo una especie de lujocracia… pero sólo para algunos privilegiados que militan en determinados partidos.
Por José Piñeiro Maceiras
Publicado en ÑTV España (03/06/2023)
La mayoría de los políticos se inventan títulos que no tienen, falseando su curriculum, que en muchas ocasiones no deja de ser un simple ridiculum…
Y lo triste del caso es que muchos lo saben, pues conocen a los personajillos correspondientes, pero no dicen nada, con lo cual nos convertimos en cómplices de esta gentuza.
Hace ya años se puso de moda decir que «ha estudiado Derecho, Económicas, Ingeniería Industrial», o lo que sea, dando así la apariencia de ser licenciados o graduados…
Pero todo mentira.
La mayoría no habían pasado de primer curso, y eso después de repetir varios años, pero nadie les podía acusar de falsedad, pues calquier persona matriculada en Derecho, por ejemplo, «ha estudiado Derecho».
Solo que muchos lo han hecho acostados, y sin resultado positivo alguno…
Un artículo muy interesante.