Profesiones y vocaciones
Hay dos profesiones que sólo pueden ejercerse en plenitud cuando son vocaciones: la docencia y la judicatura. Y tengo comprobado que los malos jueces y los profesores mediocres prefieren dedicarse a tareas de gobierno –más bien administración- que al ejercicio de su oficio. Es una huida hacia adelante y una forma de satisfacer vanidades. Y también salir del hastío que produce sembrar en el mar, en el caso de los docentes, o impartir justicia, en un país donde lo que abunda es la injusticia, cual les sucede a los jueces.
He conocido profesores buenos, regulares, malos y peores. Algunos de los peores luego los he visto de directores de centros y departamentos, decanos e incluso de rectores. Y en el caso de los jueces, he conocido a gente realmente prevaricadora, y no por afición, sino por vocación, convertidos en altos prebostes de la judicatura. Y a personas con su carnet del PSOE escondido en el bolsillo interior de la chaqueta, convertidos en presidentes de órganos judiciales donde se decide sobre el honor, la libertad y el patrimonio de los demás –observen que situó los bienes materiales en último lugar, como debe ser-, cuando debieran estar en su casa, visto su sectarismo, político e incluso personal.
Y del Consejo General del Poder Judicial, mejor no hablar, como tampoco del Tribunal Constitucional, pues todos sabemos que sus integrantes son, salvo honrosas excepciones, que también las hay, la voz de su amo. Y no digo más. Ni menos.
Hemos llevado la política, y no en su acepción más amplia, de servicio público, sino con minúsculas, de partidismo, al CGPJ y al Constitucional, y todos los que estamos medianamente enterados sabemos con antelación hacia donde se decantará el voto de tal o cual Magistrado del Constitucional o Vocal del Consejo, dependiendo del partido político que impulse una determinada iniciativa, o de las consecuencias para el gobierno –o la oposición mayoritaria- de una Sentencia concreta y determinada. Y así no vamos a ningún sitio.
El Fiscal General del Estado es nombrado por el Gobierno, con lo cual algunos acaban siendo Fiscales del Gobierno, que no del Estado, y no hace falta dar más explicaciones, pues la conclusión es obvia. Y producen vergüenza ajena…
La Fiscalía funciona como la Guardia Civil, es decir, ordeno y mando –los tricornios han sido sustituidos por las togas-, la apisonadora actúa –o no-, según quiera la cúpula, que lógicamente obedece a quienes le han nombrado, pues le va en ello el cargo, o, al menos, la posible renovación, o algún “obispado” para preparar su retiro: Magistrado del Tribunal Constitucional, Consejero Permanente del Estado, etc.
Cuando el sistema judicial no funciona, ¿qué solución le queda al ciudadano de a pie, que somos casi todos? Pues dejar de pleitear, renunciar al ejercicio de sus derechos y buscar la solución de sus problemas extrajudicialmente, mediante el amiguismo, el enchufismo, etc. En definitiva, la vuelta al siglo XIX, del que tal vez nunca hemos sabido salir en España…
El poder ejecutivo controla al poder legislativo, pues el partido que gobierna tiene la mayoría parlamentaria, por lo que sólo les falta controlar al poder judicial para lograr la “cuadratura” del círculo.
¿Qué futuro tiene un país donde no funciona la división de poderes? Pues muy poco, al menos democráticamente.
La situación española actual cada vez se parece más al régimen franquista: unidad de poder y coordinación de funciones.
Soy docente, y el artículo me parece muy acertado. Se nota que su redactor es profesor, y sabe de lo que habla…
Ahora bien, en descargo de los docentes, debe decir que estamos cada día más desmotivados. Ir a dar clases cada día es un auténtico suplicio, pues los alumnos cada vez están más desmotivados, pasan de nosotros, su nivel académico está por los suelos, fruto de las sucesivas reformas socialistas: la Lode, la Logse, etc. Y todo eso se nota en las aulas, y mucho.
Solamente en los colegios privados, donde sigue imperando la disciplina, y hay una mayor exigencia, los profesores podrán disfrutar de su trabajo. Nosotros NO.
Trabajo en la administración de justicia, y la verdad es que no entiendo para que están las Gerencias Territoriales del Ministerio… A la hora de la verdad, no hacen nada o muy poco, y todo está en manos de jueces o secretarios, que tendrían que dedicarse a ejercer su trabajo, no a realizar tareas meramente administrativas y burocráticas. Así sucede por ejemplo con las funciones gubernativas de los presidentes de los TSJ, o de las Audiencias Provinciales, pasando por los secretarios coordinadores provinciales, relevados de toda función propia de su cargo, es decir, liberados, etc.
Si toa esta gente se dedicara a ejercer las funciones propias de su cargo, en lugar de desempeñar tareas administrativas, para las que además no están preparados, ni capacitados, seguramente la justicia funcionaría mucho mejor, y con menos retrasos.