Contra los falsos editores


Desde mi particular punto de vista, hay tres clases de editores:

1. El editor de verdad, especie humana extinguida, o por lo menos en vías de extinción, y que es la que recoge la acepción tercera del Diccionario de la Real Academia Española: “Persona que publica por medio de la imprenta u otro procedimiento una obra, ajena por lo regular…, multiplicando sus ejemplares”.

Es decir, es un tipo de empresa en la que se asume un riesgo económico al editor libros, propios o ajenos, aunque lo más normal es que sean ajenos.

Aunque también existe la figura del autor-editor, que publica básicamente sus propios libros. Yo soy uno de ellos, a través de Grau Editores (aprovecho para hacer publicidad de mis libros). Por cierto, me ofrezco también para editar libros de terceros, siempre que valgan la pena.

2. La concepción anglosajona del editor, como la persona que recopila unos determinados textos, para reelaborar, estructurar, etc., una obra, generalmente de una o varias personas ajenas. Posiblemente a este tipo de editor responde la acepción cuarta: “Persona que edita o adapta un texto”.

3. Y hay un tercer tipo de editores, o más bien de falsos editores, que son los que proliferan actualmente: el espabilado que hace de intermediario con las imprentas, encareciendo el producto, y que realmente aporta poco o muy poco al proceso editorial. Básicamente encarece el producto, pues cobra comisiones de la imprenta “seleccionada”, que siempre es la que más dinero le da, obviamente… Una vez publicado el libro, te deja las cajas llenas de ejemplares en tu casa, y desaparece.

Pero eso sí, algunos tienen hasta el cinismo de aparecer en las presentaciones, figurando como el editor, cuando son unos simples intermediarios o gestores en el proceso de edición, y poco más.

Y en muchos casos con un notorio desconociendo de lo que lleva entre manos, que no es baladí…

Yo me cansé de andar tratando con esos falsos editores, que lo único que hacen es encarecer el coste de los libros, sin ningún valor añadido, como no sea su tremenda cara dura y cinismo “editorial”, y opté por crear Grau Editores, un sello editorial nuevo, para la publicación de mis libros, y espero que en un próximo futuro también los de mi hijo. Pueden ver en Internet la Web de la editorial, y la oferta existente, al día de hoy.

Nunca había sido tan fácil publicar un libro como ahora mismo. Lo difícil es venderlos. Más que difícil, es casi milagroso.

Todo el mundo (y al decir todo el mundo me refiero a familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc.), se cree “con derecho” a que le regales un ejemplar. En el caso de que resida en otro localidad debes enviárselo, preferiblemente por correo certificado, no vaya a ser que se pierda, y dedicado, por si el imbécil éste llega a ser algo el día de mañana, y así podamos fardar de nuestra gran amistad.

Luego vas a las tiendas de viejo de libros y te encuentras con ejemplares dedicados amorosamente por el autor, y salvo casos de fallecimiento del destinatario, te dan ganas de averiguar quién es, para ir a decirle cuatro cosas.

Recuerdo mi libro, más bien folleto o librito, “Cuestiones Universitarias”, del que no se vendía ningún ejemplar, por la sencilla razón de que fue una edición no venal, y me dediqué a regalarlo a quien me pareció conveniente.
Pues bien, un día que entré en una de esas librerías de viejo me llamó mucho la atención ver que había varios ejemplares a la venta. ¡Serán hideputas, pensé, que lo reciben como regalo, y lo han “apreciado” tanto que lo han puesto a la venta!

Doy por bien hecha la venta si realmente necesitaban el dinero, pero caso contrario, me parece una villanía digna de todo desprecio.

Como me decía una librera amiga, Elena, “libro regalado, libro no vendido”, y así es. Además la gente tiende a no valorar lo que se recibe gratuitamente, pues confunden valor con precio. Es decir, como me lo han regalado, y no me ha costado nada, pues –se supone- que tampoco vale nada…

Así sucede, por ejemplo, con las ayudas sociales, que la mayoría de las personas que las reciben tienden a pensar “que tienen derecho a ellas”, sin darse cuenta de que lo lógico sería que hubiera algún tipo de contraprestación o exigencia de cumplir unos determinados requisitos: búsqueda activa de empleo, obligatoriedad de escolarizar a los hijos, etc.

En fin, termino ya. Simplemente un dato muy elocuente: más del 90% de los libros que se publican actualmente en España se realizan por este sistema de falsos editores, es decir, poniendo todo el dinero el autor, y no solo el dinero necesario, sino mucho más, para dar de comer al falso editor.

Hoy en día, el que no vive del cuento es porque no quiere.

Como dice don Fernando Sánchez Dragó: “cuándo encuentro a un amigo que está sin trabajo le digo que es porque quiere. Que monte una ONG, y se dedique a pedir subvenciones, que es lo que hacen todas”.

Y no le falta razón. Claro que también podría dedicarse a ser “editor”.

Publicado en Confilegal, Alerta Digital y Heraldo Sanitario de Oregón (24/06/2017), Sierra Norte Digital (26/07/2017) y Blog de Abogados España (23/07/2017)

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