Latrocinios bancarios


Hoy en día para robar no hace falta comprarse un arma y asaltar bancos. Basta con crearlos y “atender” a los pobres infelices que creen estar trabajando con instituciones honradas, libres de toda sospecha…

Y para muestra no un botón, sino tres:

1. Acudo esta mañana a una sucursal de Bankia, para ingresar en la cuenta del procurador de los tribunales 25 euros, correspondientes a la tasa que hay que pagar por interponer un recurso de revisión, ya que el Ministerio de Justicia no sólo cobra tasas para poder pleitear, sino que luego el pleito se convierte en una especie de máquina tragaperras, a la que hay que echar dinero a todas horas. (No me extraña que la gente cada día litigue menos). La empleada correspondiente me indica que si hace ella el ingreso tiene que cobrarme, pero que puedo hacerla yo en el cajero, situado en el exterior de la sucursal (Paseo de Sagasta, de Zaragoza), donde corre un cierzo que pela, no hay sitio para depositar la carpeta con el expediente, datos bancarios, etc., te expones a que cualquier desaprensivo se acerque y te diga que le das el dinero o te raja…), en fin, todo facilidades bancarias. Terminada la operación, no sin antes jurar y acordarme de todos los consejeros que se han gastado un dineral en putas y putos, vuelvo de nuevo a la sucursal para saber cual es la comisión que cobran en estos casos. Respuesta: 5,50 euros. Al decirle a la empleada que me parecía un atraco, ya que hacer un ingreso no cuesta nada, me contesta que ellos están allí para ganar dinero… Le respondo que sí, pero no para robarlo.

2. Hace unos meses fui a La Caixa a pagar la suscripción a una revista. El cajero, que se estaba tocando los cataplines, pues la oficina estaba huérfana de clientes (tanto es así que ya ha cerrado, aunque ponen un cártel diciendo que “se han trasladado”, para dar mejor imagen), me indica que tiene que cobrarme dos euros por hacer el ingreso, o que lo haga yo mismo en el cajero, en cuyo caso es gratuito (por ahora, supongo).

3. Recientemente tuve que ir al Banco Santander, también llamado Banco BOTÍN, en homenaje a esa familia de grandes defraudadores fiscales. Tuve que perder media hora de mi tiempo en la fila, pues aunque había dos puestos de trabajo en el mostrador, sólo hay un cajero, y otros 3 ó 4 empleados veo que entran o salen a tomar café, desayunar, o lo que sea, pero que pasan de atender a nadie, no se vayan a acostumbrar los clientes a ser tratados con diligencia.

El empleado hace el ingreso pero me advierte de que pronto cobrarán 3 euros por cada ingreso que haga en caja (supongo que desde primeros de 2015), y yo le contesto diciéndole que de mayor yo quiero ser un banco, y que son una banda de mangantes y defraudadores fiscales (la familia Botín, aclaro, no el pobre señor, que escucha la andanada como quien oye llover).

Los clientes que estaban detrás de mí me dicen que muy bien, muy bien, y yo, animado, le digo al cajero que aunque me cueste más caro, estoy dispuesto a enviar el dinero por giro postal, antes de pagarles ni un céntimo por hacer un ingreso directo en cuenta, sin que ellos tengan que hacer nada, o casi nada.

Soy consciente de que una operación bancaria de transferencia, por ejemplo, conlleva unos minutos de dedicación, y que es justo que la entidad cobre una comisión por ella, pero es totalmente abusivo que por ingresar dinero en una cuenta pretendan cobrar, cuándo el banco recibe ese numerario, del que algún beneficio deben de sacar, por lo menos tener dinero disponible, que al fin y al cabo es lo que manejan en su negocio de préstamos hipotecarios, personales, descubiertos en cuenta, compensación entre entidades, etc.

¿Para que sirve el Banco de España y su famoso Servicio de Reclamaciones? Presiento que para nada, a juzgar por la falta de resultados positivos las varías veces que me he molestado en acudir a ellos…, no sin pasar previamente por el servicio de quejas de la entidad correspondiente, que se constituye así en juez y parte. Todo muy democrático y justo, si señor.

Tal vez sería preferible cerrarlo, al fin y al cabo la política económica y monetaria la marca la Unión Europea; jubilar anticipadamente a sus empleados, con lo cuál nos costarían menos dinero, y vender el gigantesco edificio para albergar un hotel de lujo… A grandes males, grandes remedios.

Publicado en Catalunya Press y Sierra Norte Digital (21 de febrero de 2015)

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