Fago y León, asesinatos políticos
Hace unos años se asesinó al Alcalde de Fago, en la provincia de Huesca, pequeño pueblo del Pirineo aragonés. El autor un vecino, que ahora se pudre en el Penal de El Dueso, en Cantabria, y que acaba de ser noticia pues está en coma en la UCI del Hospital de Valdecilla, en Santander, por razones que desconozco.
¿Qué indujo a un hombre normal y corriente, funcionario del gobierno regional, con una casa de turismo rural en Fago, vacas, tierras, y una economía saneada, a cometer tan horrible delito? Son cosas que escapan a la inteligencia humana. Parece ser que el Alcalde era una persona prepotente y autoritaria, que a base de empadronar a amigos en el pueblo, y de negarse a empadronar a sus adversarios, había conseguido hacerse con el gobierno del municipio, más bien una aldea, el Ayuntamiento número 731 de Aragón, sin ni siquiera término municipal, pues había que deslindarlo con los dos municipios próximos.
El asesino recurría muchas resoluciones municipales, se enfrentaba con el Alcalde en los plenos del Ayuntamiento, que al ser pequeño funcionaba en régimen de concejo abierto (es decir todos los vecinos mayores de edad tienen voz y voto, como si fueran concejales); recurrió en vía contencioso-administrativo numerosas resoluciones municipales, y al final se le hincharon las pelotas y asesinó –según sentencia firme- al Alcalde.
El caso de León es parecido. Una funcionaria interina de la diputación, a la que se contrata por ser del partido, y relaciones amistosas personales y con su familia, y se la cesa posteriormente por haberse enemistado las familias, posiblemente con algún lío de faldas de por medio. Y es muy posible que la funcionaria interina apoyase dentro del partido a personas enfrentadas con la presidenta provincial, con lo cual se la situó en la lista de personas a eliminar.
Vemos, pues, como la política se convierte en arma arrojadiza, como los políticos actúan en función de sus fobias y filias, con un poder omnímodo, al que no consigue poner freno ni el derecho administrativo, ni mucho menos los altos funcionarios, secretarios generales, interventores, etc., más preocupados de conservar sus privilegios que de cumplir con sus deberes profesionales…
¿Y el Estado de Derecho? Pues en España, ni está ni se le espera. Los juzgados de lo contencioso-administrativo y las salas correspondientes de los tribunales superiores de justicia, están totalmente atascados, los pleitos tardan años en resolverse, y durante ese tiempo aumenta la enemistad y el enfrentamiento entre las partes en conflicto. Es decir, que la jurisdicción, con su inoperancia, en lugar de pacificar a la sociedad, y resolver jurídicamente los problemas, lo único que hace es aumentarlos.
Al final la tensión estalla, y algunas personas que posiblemente ya tenían algún problema mental o psicológico previo, llega un momento en que no pueden más, y hacen una barbaridad, de la que seguramente se arrepentirán el resto de su vida.
Yo mismo he sentido en alguna ocasión de mi vida el deseo de vengarme de actuaciones injustas de las que he sido victima, y si no lo he hecho ha sido porque ha pesado más la educación, la buena educación, y la fe católica que profeso, que los instintos primarios. Pero no todo el mundo tiene principios religiosos, y la venganza es un plato que se come frío, como dice el refrán.
En resumen, que ande con cuidado la casta política parasitaria que sufrimos en España, pues la olla de la insatisfacción general está a punto de estallar. Y cuando la gente no tiene nada que perder, y hoy en día hay muchas personas en esa situación, lo mismo les da una cosa que otra.
Dice el refrán que no hay dos sin tres. ¡Ojala se equivoque, y asesinatos tan lamentables no vuelvan a repetirse!
Pero asesinatos cometidos por personas que no son asesinos, o al menos no lo eran, hasta que las circunstancias se impusieron a su voluntad, cual caballo desbocado.
El Derecho embrida al poder, pero cuando el poder se vuelve tiránico, prevaricador, injusto, algunas personas piensan que tienen derecho a la rebeldía, y pretenden conseguir la justicia de su propia mano…
Como dice Ihering en “La lucha por el Derecho”: “…El que ha sido víctima de una injusticia corrompida y parcial, se encuentra violentamente lanzado fuera de la vía legal, se hace vengador y ejecutor de su derecho, y no es raro que, lanzado por la pendiente, fuera de su fin directo, se declare enemigo de la sociedad, bandolero y homicida…”.
A nuestro Estado de Derecho le corresponde evitarlo, obligando a que las Autoridades sean las primeras en cumplir las leyes, limitando la arbitrariedad administrativa y haciendo –para variar- que los juzgados y tribunales funcionen en plazos razonables.
Ramiro, tiene usted razón. Hemos llegado a una situación en la que solo nos quedará el remedio de la violencia: a grandes males, grandes remedios.
El Estado de Derecho realmente es de desecho. Las administraciones públicas usan y abusan del silencio administrativo. La jurisdicción contencioso-administrativa está completamente atascada, y los asuntos tardan años en resolverse… Por la vía penal es peor el remedio que la enfermedad, pues los jueces, y mucho más los fiscales, nunca encuentran delictiva prevaricación administrativa alguna, aunque sea de libro.
¿Qué solución tiene, pues, el ciudadano indefenso? ¿Agachar la cabeza, y dejar que le muelan a injusticias, o reaccionar, a las duras y a las maduras?
No pretendo justificar la violencia, y entiendo que debe de seguir siendo monopolio del Estado, pero cuidado con que los ciudadanos sigan estando indefensos ante ese mismo Estado, o más bien ante los politicastros del tres al cuarto, que hacen de su capa un sayo, y se pasan la vida cometiendo ilegalidades «legales», pues todo tiene un límite, y el pueblo está al borde del estallido social…
Yo no creo que ASESINAR a otra persona solucione ningún problema, aparte de que quien lo haga se arruina la vida. Pero también es verdad que los españoles estamos cada día más impotentes frente a unos gobiernos que hacen lo que les da la gana, y nadie les para los pies. Y no refiero al gobierno central, sino a los gobiernos autonómicos, cuyos presidentes actúan cual reyezuelos medievales, a los presidentes de diputaciones provinciales, que otro tanto, e incluso a los alcaldes de pueblo, en realidad aldea, como el de Fago, que pagó con su vida su excesivo rigor, y sus actuaciones presuntamente arbitrarias. Y otro tanto le pasó a la señora de León.
No se quien tiene la razón en estos casos, pero si tengo claro que nadie puede ni debe quitarle la vida a otra persona. Unas bofetadas, una paliza, me parecen mal, pero son algo remediable, el problema es que al tratarse la persona agredida de una Autoridad, te van a caer igual varios años de cárcel, con lo cual la gente se envalentona y acaba haciendo barbaridades…
Como dice el autor, Dios quiera que no haya un tercer episodio, y que no se cumpla el viejo refrán de que no hay dos sin tres.
Sobre el asesinato de la presidente de la diputación de León, acabo de recibir un correo electrónico de un amigo leonés, que es Guardia Civil, y dice así: «Con respecto a la Presidenta de la Diputación, yo no la conocía, pero la gente habla muy mal de ella. Creo que ha arruinado a varias familias, incluso al constructor que le hizo el piso donde ella vivía, le extorsionó para que se lo dejara a un precio ridículo. Lo que está claro, que el abuso de poder contra personas ha llevado a numerosos suicidios y eso no pasa nada, porque el suicidio no está penado y el que lo provoca se le tapa, con esto no justifico un homicidio (o quizás si, que cojones…), yo estoy pensando seriamente hacer lo mismo al hijo puta del Coronel, me ha arruinado la vida, no te haces una idea que desolador ha dejado a mi familia…».
Quiere decirse que la excesiva presión sobre las personas, la extorsión, el chantaje, el abuso de poder, hacen que la gente acabe estallando, y es algo lógico y normal. ¿O es que todos tenemos vocación de ovejas…?