Burgos, o la indignidad
El PP ha perdido la escasa dignidad que le quedaba en Burgos. Y ahora no solamente serán indignos, sino que además tendrán la guerra, en forma de guerrillas urbanas propiciadas por todos los descontentos del sistema y adversarios ideológicos, que son multitud.
Burgos tiene un alcalde del que lo mejor que podemos hacer es no decir nada, por caridad cristiana, pues es evidente que es la incompetencia con patas. Y cobarde, que se escuda detrás del vicealcalde, cargo o rango absurdo, que no tiene sentido alguno en una ciudad de escasamente 180.000 habitantes.
Del (todavía) ministro del interior, poco podemos esperar, como no sea alguna filtración antes de tiempo de cualquier importante operación policial, o meteduras de pata similares. Y, por supuesto, su total incapacidad para enviar a Burgos una buena parte de las “lecheras” de la policía nacional, para poner las cosas en su lugar, en defensa del Estado de Derecho.
Cuando un Ayuntamiento, legalmente constituido, y elegido democráticamente, que cumple lo que había dicho en su programa electoral, merece todo el apoyo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, frente a 3.000 energúmenos, que escasamente representan el dos por ciento de la población de Burgos…
Ceder en estas condiciones, frente a la presión de la calle, significa lanzar un mensaje a la población y fundamentalmente a los grupos políticos minoritarios y de presión: con la fuerza todo es posible, o la fuerza está por encima del Derecho.
Ignoro si este Alcalde ha tomado la decisión motu proprio, o le ha sido impuesta por el partido, pues por la mañana decía una cosa y por la tarde la contraria. No se si el PP tiene miedo a que el fenómeno Gamonal se extienda por toda España, pero lo que está claro es que la demostración de debilidad frente al adversario, sobre todo cuando uno se basa en la Ley y el adversario en la violencia, es un mensaje muy peligroso para una sociedad como la española, que por menos de nada monta un 2 de mayo o un 18 de julio…
En fin, Dios quiera que el PP no tenga que arrepentirse de su tibia defensa del Estado de Derecho, frente al acoso de los violentos.
La metedura de pata del PP en Burgos creo que ha sido de órdago, y esperemos que no tenga que arrepentirse, pues es una «invitación» a la violencia en cualquier otro lugar de España dónde los antisistema quieran oponerse a actuaciones legales y legítimas de las administraciones locales.
Yo también pienso que el PP ha metido la pata hasta el corvejón en el asunto de Burgos, pues se lanza a la opinión pública el mensaje equivocado de que con la violencia es posible parar las decisiones legítimamente tomadas por las administraciones públicas.
De ahí a incrementar la presión en la calle por parte de los partidos de izquierdas y grupos violentos, sólo hay un paso.
Los próximos dos años serán un Calvario para el Gobierno, y sino, al tiempo.
El PP ha tenido una magnífica ocasión de demostrar a la ciudadanía que la Ley está por encima de las presiones y de la violencia, pero ha sido incapaz de seguir adelante con las obras. Ahora la izquierda ultra violenta y los grupos antisistema han descubierto la china que el PP tiene en sus zapatos, y no dudarán en utilizar la violencia siempre que les interese…
Un diario digital llamado aragón digital, que está en las antípodas nuestras, pues es de tendencia socialista, publica un artículo de don José Carlos Fuertes Rocañín, titulado ¡Bravo, señor Alcalde de Burgos!, donde expone tesis similares a las nuestras. Recomiendo su lectura, pues creo vale la pena.
Su autor es un afamado psiquiatra de Zaragoza, que se adentra en lo que podríamos llamar el «alma de los pueblos», estudiando las consecuencias, todas negativas, que esta nefasta actuación supondrá para la convivencia en sociedad y el Estado de Derecho.