Recortar todo…, menos lo necesario
Ser gallego imprime carácter. Y no me refiero al dicho de que nunca sabes si suben o bajan de la escalera, o que contestan a las preguntas con otra pregunta, sino a la impronta en la vida de España de muchos gallegos, cada uno de su padre y de su madre, pero todos imprevisibles: Franco, Mario Conde, Rajoy, por ejemplo.
Nuestro todavía presidente del gobierno no solo es gallego, sino que ejerce como tal. Dijo en la campaña electoral que era una persona previsible, y en efecto, es verdad: siempre hace lo contrario de lo que dice.
Ahora está empeñado en reducir el gasto público, rebajando las pensiones, exigiendo mayores períodos de cotización para poder acceder a la jubilación, reduciendo la cuantía del desempleo, ya de por si bastante exigua, pero sin afrontar el verdadero problema de España, que son los cerca de cuatro millones de empleados públicos, muchos de ellos auténticos parásitos sociales, que viven a nuestra costa, y que esquilman la práctica totalidad de nuestros impuestos, con sus salarios básicos, complementos retributivos, trienios, etc. Y cuya cifra, para más inri, no para de crecer, ya que aunque la administración central ha frenado su número, lo cierto es que las autonomías, diputaciones provinciales, ayuntamientos, etc., hacen de su capa un sayo.
Por obra y gracia de los interinos –mejor sería decir enchufados-, personal contratado temporal, eventuales, políticos cobrando salarios por su “dedicación exclusiva” al cargo que ocupan, etc., tenemos una masa salarial y un ejército de empleados –no les llamo trabajadores, para no ofender a los verdaderos trabajadores- que supone, ni más ni menos, que el mayor lastre de la economía española.
Y encima, con el derecho de buena parte de ellos de jubilarse a los setenta años, cuando resulta evidente que retirados cobrarían bastante menos que en activo, con lo cual el ahorro para el sector público sería obvio. En efecto, desaparecerían los complementos retributivos por funciones, cargos, dedicaciones exclusivas, etc., y percibirían única y exclusivamente la parte que les correspondiese de las retribuciones básicas propias de su categoría funcionarial.
¿Porqué no se limita por ley el número de asesores y personal de confianza que puede haber en todas y cada una de las entidades públicas? Pues, simple y llanamente, porque no se quiere. Estos puestos son el botín del vencedor en las elecciones, que así “coloca” a sus fieles, a costa del contribuyente, faltaría más.
Hace unos meses andaba yo preocupado por el destino de un conocido, que había sido concejal del ayuntamiento de Zaragoza, y al que, por razones que ignoro, su partido no había vuelto a presentar. Veo en la prensa que está de “asesor” en la diputación provincial de Zaragoza –uno de los sesenta y tantos asesores que allí hay-, y dada su falta de conocimientos, e incluso de formación, presiento que tendrá poco trabajo, pues no puede asesorar a nadie, como no sea en materia de vinos, comidas y putas, a las que es tan aficionado…
Y mientras esto no se reforme, no conseguiremos levantar cabeza.
No hace falta ser economista –esos señores que explican a toro pasado lo que ha sucedido-, para darnos cuenta de que la economía sigue sin desplegar, que pese a la reforma laboral y financiera seguimos sin crear empresas ni puestos de trabajo, como no sea en el sector público, y que hay una sensación de desánimo general en la ciudadanía.
Basta con pisar la calle, entrar en los bares y hablar con la gente corriente para darse cuenta de que todo el mundo aspira a vivir del Estado o de la Seguridad Social, como funcionarios o jubilados, inválidos, desempleados, etc., pues la actividad económica privada es mínima, no hay ofertas de empleo en las empresas y la presión fiscal es insoportable.
Gracias señor Rajoy -a quien muchos españoles dimos la mayoría absoluta precisamente para hacer cambios profundos-, por no hacer nada o muy poco, para cambiar las cosas. Que Dios se lo demande. Y nosotros, dentro de dos años y medio, que nos volveremos a ver en las urnas. ¡Siga guardándose la plaza de Registrador de la Propiedad de Santa Pola y aumentando las competencias y funciones del Cuerpo, que le va a hacer falta!
Todo lo que dice don Ramiro Grau Morancho es verdad, y la pena es que se queda corto…
Los contribuyentes tenemos que mantener sobre nuestras espaldas una pesada losa de más de cuatro millones de personas, entre políticos profesionales (más de medio millón), funcionarios y contratados laborales (más de tres millones y medio de personas). Todo el dinero de nuestros impuestos se va para su mantenimiento, y esta carga cada día se agrava más, por los incrementos salariales, ascensos, trienios, etc. Realmente creo que mientras no se poden las administraciones, y se reduzca su número, evitando duplicidades, no hay nada que hacer…
Pienso que todos somos conscientes de que las cosas no están mejorando nada, y que vamos camino del desastre.
Antes publican un listado con los comentarios, que ahora han suprimido, en «beneficio» de esa moda llamada Twitter, o de las noticias de agencia, que poco o nada aportar a diario liberal, pues son refritos de agencias. Ruego lo reconsideren, como forma de animar a los lectores a comentar las noticias, en forma positiva o negativa.
El sistema que tiene vox populi, por ejemplo, de poder opinar sobre los comentarios, valorándolos en más o menos, recomendandolos, considerándolos ofensivos, etc., me parece muy interesante, pues sirve para que el medio digital sea más interactivo.
Como dice mi hijo, de 16 años, prefiere leer las noticias en internet, pues ello le permite hacer comentarios, opinar, etc., en resumen participar y no ser solamente un sujeto pasivo de la información, sin crear opinión.
En ese sentido, de crear opinión, las reflexiones de don Ramiro Grau Morancho me han resultado, como siempre, muy interesantes y enriquecedoras. ¡Lástima que sea tan pesimista, aunque en este caso y desgraciadamente, creo está en lo cierto!
No creo que el señor Grau tenga razón. España necesita seis millones más de funcionarios, así terminaríamos con el paro…
Aunque el comentario anterior obviamente es una perogrullada, desgraciadamente todavía hay socialistas, socialistos y sociotontos -la mayoría- que siguen pensando que la misión del gobierno es acabar con el paro, pero no estableciendo las bases para que haya prosperidad económica, sino «inventando» puestos de trabajo, que luego tenemos que mantener entre todos con nuestros impuestos. Y así nos va.